MARIA FREDES E INGRID MEDINA comparten años tejiendo entre cerros.
A 8 km de Vichuquén, por un serpenteante camino que se desprende del que comunica a ese pueblo con Licantén, se llega a Uraco y Concavén, localidades situadas en la falda de un cerro. Allí, entre esteros y tupidos bosques viven unas cincuenta familias.
Por años, sus hombres se han dedicado a cultivar la tierra y a trabajar en las forestales. En cambio, las mujeres acostumbran a compatibilizar las labores domésticas con la producción de tejidos en coirón, que recolectan en los cerros de noviembre a febrero, antes de que el sol queme las fibras o que las lluvias las manchen. Luego las limpian y secan a la sombra para que mantengan su color natural.
Esto hacen María Fredes e Ingrid Medina, integrantes de la agrupación de artesanas "El Encanto de Uraco", quienes aprendieron este oficio a los 7 u 8 años, viendo tejer a sus abuelas, mamás y tías. A la técnica le llaman aduja y cosiste en coser siete hebras con paja de chupón, pita o ñocha o hilos de nylon, formando una estructura que crece en forma de espiral. Ellas hacen canastos de pequeño formato para variados usos; también paneras, individuales, posa vasos, joyeros, aros, pulseras, collares y llaveros con formas de sandalias y chupallas, ya sea en tono natural o con colores dados por anilinas especiales para tratar material vegetal.


